Pueden arrancarme la piel a tiras, cortarme cualquier extremidad e incluso jugar a introducir y sacar un cuchillo de mi nuca. Pueden tirar muy fuerte de mi pelo y sacármelo de cuajo, sumergir un dedo en mis ojos o pisarme las manos con la rueda de un todoterreno. Pueden apedrearme, descuartizarme e incluso asesinarme de la forma más cruel que jamás se haya visto y juro por Dios que nada de lo dicho dolerá jamás tanto como tu ausencia.
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