No hay nada comparable.

[He aprendido que el silencio se hace cada vez más raro]
En un bosque, un mantel de cuadros rojos, blancos, unas velas, una manta y nada más. Todo bañado por la luz de la luna. Entre las hojas de los árboles se va colando la luz, tenue, cálida, que crea sombras sobre nosotros, que parecen bailar, al ritmo del viento.
Miras al cielo y parece que susurras algo a las estrellas, pero en realidad tarareas una canción, no sé cual es, pero a medida que sigues cantándola me doy cuenta que es la nuestra, nuestra canción. En un momento paras de repente, lo haces tan brusco que me sobresalto, y allí me di cuenta, cuando me miraste, que no hay nada comparable al color de tus ojos. Me sigues mirando, como si el mundo se hubiese parado, como si no hubiese nada más que tú yo, los árboles, el cielo, las estrellas y por supuesto la luna. El viento juguetea con la última vela encendida, y finalmente la apaga, y fue una señal, nos fundimos, tú en mi, yo en ti. No he vuelto a sentir lo que sentí aquel día por nadie más. ¿Y tú? ¿Qué te parece si lo intentamos otra vez?